Dos gardenias
Hernán Lucas, autor de Aquilea. Crónicas de una librería (Bajo la luna, 2013) y Una película vuelve a casa (Paisanita Editora, 2017), entre otras obras, comparte con nosotros un relato de su nuevo libro Dos gardenias (Caleta Olivia, 2020).
Tatum Shaw
Caminando por la ciudad de Santa Clara, llegué a una plaza llena de pájaros graznando. Me metí en un edificio antiguo, un centro cultural, justo cuando estaba por empezar un pequeño encuentro de boleristas amateur. El evento era gratuito, y sin embargo éramos muy pocos. “Es que la gente ya no escucha boleros”, me comentó la amabilísima organizadora llevándome a mi asiento.
El primer cantante resultó bueno, pero algo insulso. Frío. El segundo, era una especie de Luis Miguel técnicamente impecable, pero demasiado espectacular para mi gusto. La tercera, negra, elegante, casi vieja, empezó con Dos gardenias.
No termino de discernir si era ella la de los ojos azules, o si lo azul era la lucecita de la computadora que emitía el fondo musical. Lo cierto es que en un momento esa computadora dejó de funcionar y la cantante, de tan compenetrada que estaba, siguió a capella. Mejor dicho, no a capella, sino con el acompañamiento insufrible de los pájaros de la plaza de enfrente. Fue inolvidable oír a esta mujer cantando hermosamente bajo ese “coro”:
Dos gardenias para ti
que tendrán todo el calor de un beso
de esos besos que te di
y que jamás encontrarás
en el calor de otro querer.
A veces los recuerdos son como cuadros robados de un museo. De ellos sólo queda un cartelito en la pared, que los describe vagamente. Nunca pude recuperar la voz de aquella cantante en mi memoria; pero de tanto escuchar la canción en versiones grabadas, descubrí que las gardenias de las que habla son en realidad un regalo para tomar con pinzas, un ramo de flores espía, una especie de caballo de Troya al servicio del enamorado:
Pero si un atardecer
Las gardenias de mi amor se mueren
Es porque han adivinado
Que tu amor se ha terminado
Porque existe otro querer.