Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos
Juan Fernando García, autor de Morón (Muchos libros felices, 2014) y Sobre el Carapachay (Leviatán, 2017), entre otros libros, comparte con nosotros una notable selección de poemas sobre fotografías.
Jim Goldberg
Juana Bignozzi
tal vez las fotos sacan el alma
como los hijos la belleza o miseria de los padres
y yo debo ser esa mujer sonriente junto a vos
en paz con su destino
y un paso atrás
un mínimo instante para descansar
mientras dirigís la toma
tanto que en estas últimas fotos
entre los que miran y yo
está tu mano inhóspita protectora
ya ineludible
(de La ley tu ley)
Estela Figueroa
Las caras de mis hijas después de la inundación
Es cierto eso que dicen.
Uno le da importancia a las cosas
después que las perdió.
Día tras día
hago el enorme esfuerzo
de reparar algo.
La foto de Florencia
en el jardín de infantes.
Los bordes blancos
carcomidos por la humedad.
Salvo su cara
la recorro con cuidado.
La coloco en el pequeño portarretratos redondo
que ahora está entre mis libros nuevos.
Con la foto de Virginia es más difícil.
Estaba enmarcada entre dos vidrios
y con un marco gris.
Lo recuerdo. Cerca del ventanal. En el comedor.
No resistió la fuerza del agua
la podredumbre del Salado.
Parecía un ángel
-que Dios tenga de mí
misericordia-.
Ahora parece una cara con lepra.
Arturo Carrera
ÁGATA, VENERA, ANGELINA
I
Foto polaroid, y sin embargo
toda la velocidad con que fueron resueltas las
imágenes,
se cambia en lentitud para aceptar de ellas
lo innecesariamente “verdadero”.
Son tres las mujeres pero una no aparece entera:
se la ve “movida”, se esconde en la foto. Y hablan
o cantan con la boca de las niñas de la cantoría.
El mismo brillo cerúleo del mármol en la luz,
la misma energía bajo los perfumados azahares
de los naranjos
y sobre la línea pedregosa del vicolo,
hay un gato
sentado.
Venera sostiene la foto, toda ojos,
con su sombrero negro siempre, tan alto
como el que pintó Piero della Francesca.
Ellas sueñan (en dialecto):
Na volta c’era ccu c’era
c’era na vecchia ca ciculattera.
Ogni tantu itrava’n puntu
settete ddocu ca ora cuntu.*
*Ya no te importa quién era y quién no era.
Eran la vieja y la chocolatera.
Cada tanto tejía en canto cruento,
Sentate ahí que ahora te lo cuento.
NELLA
En esta foto polaroid sólo está Nella,
pero la alquimia del papel
se negó al completo revelado.
Son líneas, puntos apenas azules
los que insinúan su hermosísimo rostro.
Una mancha rosada es la boca
en la sonrisa amplia,
en esfumado.
Lo indiscernible del amor con que miro la foto
está en mis manos que parcamente tiemblan.
El contraste de la claridad y la sombra
se desvanece en un humillo que flota
tras el cuadrado ligero y reflectante.
(Mientras miro la foto las otras tías están cerca;
charlan entre ellas, discuten, gritan.
Buscan encaminarse en su alegría.)
Me ofrecen un plato lleno de mandarinas
y tunas esmaltadas,
de mazapán.
Materia como un odio al sentido.
Materia en busca de más nombres y dones;
frutas artificiales de todas las formas y colores
pero con un sabor común,
lava cambiada en leche:
pasta de almendras.
Viale L. Sturzo 106,
el claro bullicio,
el mar enfrentado al Etna;
y en medio
esta calle de viejos fabricantes
de marionetas.
Adélia Prado
Fotografía
Cuando mi madre posó
para éste que fue su único retrato,
no aceptó tener las sienes curvas.
Sin embargo, hay un deseo de belleza en su rostro
que una doctrina dura ha contenido.
La boca es conspicua
pero las orejas se muestran.
El vestido es negro y cerrado.
El temor de Dios circunda su semblante,
como cadena. Luminosa. Pero cadena.
Sería un retrato triste
si no viese en sus ojos un jardín.
No de aquí, Pero jardín.
(traducción José Ioskyn)
Circe Maia
Fotografías
Esos rostros que miran
en las fotografías
detenidos en medio
de un gesto que no acaba
a mitad de una risa
con la mano en el aire…
esos rostros…
El caer de la luz
es ahora un cerrado
resplandor seco, un frío
que rodea la cara.
Repetido gotear
de minuto a minuto
está ahora cortado
abierto, expuesto, duro
sobre el papel, brillando.
Javier Foguet
Si, como lo presiento
Si, como lo presiento,
tendré que reconstruir la casa un día
no debo olvidar la ventana de la cocina
apenas sobre el mármol que da al oeste,
a lo religioso de la luz atardecida del oeste,
filtrada por las ropas tendidas
y la verdura de unas cañas,
de donde adquiere volumen el pan,
el acero, la vasija griega
inútilmente retratada
-la luz sobre el azul femenino-
con la Rollei que rescaté
del olvido de mi padre
para olvidarla después con absoluta justicia
porque el humor de la luz,
el humor de la luz buscó mi padre con su cámara
y en acuarelas y aun en los calculados
y atractivos tonos (para el ojo esmaltado
de un pez secreto) que el plumaje de las moscas tomaría
sobrevolando los reflejos del pastizal
y al contacto con el declive del río
que lleva las aguas y a la luz de retorno
hacia la semi-apertura de la ventana.
John Berger
Cuando abro la cartera
Cuando abro la cartera
para enseñar el carné
para pagar algo
o para consultar el horario de trenes
te miro.
El polen de la flor
es más viejo que las montañas
Aravis es joven
para ser una montaña.
Los óvulos de la flor
seguirán desgranándose
cuando Aravis, ya vieja,
no sea más que una colina.
La flor en el corazón
de la cartera, la fuerza
de lo que vive en nosotros
y sobrevive a la montaña.
Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.
(traducción de Pilar Vázquez)
María Teresa Andruetto
Instantánea con caballo
Tu cuerpo de muchacho
tira las riendas: la pierna
avanza y es bonito el caballo,
te diría, con su pelaje oscuro.
Tal vez sea una yegua mansa
porque hay niños sobre el lomo,
sin cabalgadura. Tu hermano
se ha vuelto hacia el fotógrafo
y están los otros en el cogote
y en la grupa.
Es una foto de blanco
y negro, con los bordes ajados,
te diría (causa gracia esa remera
de banlon, sobre los pantalones
nuevos). Tu madre, escondida
tras los niños, sostiene todo.
Veo las piernas y la pollera;
es su fuerza lo que miro,
te diría.
Valerio Magrelli
Fotografía
Es que el disparo corta el ombligo
de la luz. Corta, esa tijera,
el filamento lento y largo de la
mirada, tripa
de la nutrición, separa
para que la imagen venga
al mundo dividiéndose
de la madre.
Y aquella larva de sombra,
aquel capullo, es la cesta
que se ha dejado flotando en las aguas
para poner a salvo la forma.
(traducción de Guillermo Piro)
Yolanda Pantin
La pasión
Esta foto la tomé el día del siniestro
Ya no puedo dormir
es demasiado
El silencio sobre todo
se escuchaba
mira:
los bomberos hurgando en la hojarasca
-¿qué buscaban?
Yo no puedo explicarte
No eran cuerpos
Pendían de las ramas
restos
humanos
Fue terrible
haberlos visto
la nieve los cubría
Tú no entiendes
No es un cuerpo
Hubo un hecho
hay un registro
¿Ves el resto en la fotografía?
Emma Barrandéguy
Foto
Esa soy yo:
una mujer gastada y melancólica
con la mirada
que arranca de una infancia razonable
y una cabeza peinada
como corresponde
a una señora de tantos años.
Procuro que las canas
tengan su orden natural
que tranquiliza a los que miran,
aunque yo casi estoy segura,
después de todo,
que moriré sin haber sentado cabeza.
María Moreno (Dolly Skeffington)
Demasiado peinado
Liquido a mi padre,
pongo precio a las cosas
de la casa volcada en el jardín
y fragmentada
como la que los niños recortan de los libros
y sostienen pegando las aletas blancas.
(Él solía tomar fotos cuarto por cuarto
y revelarlas en la cocina
luego de cambiar la bombita común por una roja
y colocar servilletas en la claraboya
decretando el exilio para mi madre
que recostada en el sofá del living
leía distraídamente una revista
sin poder hacer nada más)
Los vecinos entran con pasos temerosos
no para comprar sino para ver lo que teníamos
y vamos a perder –por favor
no permitan que sus hijos
salten sobre los elásticos de la cama
donde uno después de otro
mi hermano y yo fuimos engendrados.
Todo, absolutamente todo
deberá ser desprendido,
hasta la vieja lata para amarettis
con su claro ojo de camarote,
el mantón de Manila, los sulfuros
y el libro de Rapunzel
de arandelas doradas.
Mi padre recoge una manta de hilo
y enjuga su cara blanda de muñeco de nieve,
parte a la bancarrota sentado en una silla
y una cámara colgando del pescuezo
mientras escucha paciente
llover mi voz en la mentirosa,
nunca olvidada adulación femenina
por el poder de su canto en la sinagoga
que hacía temblar los flecos del toldito,
cómo sobrevivió a la depresión con sus ahorros
y el día en que una mujer escondida tras el cedro
miró si en el garaje estaba su automóvil
y luego se fue a esperarlo del otro lado de la calle
desde donde él vino –dijo mi madre radiante pero herida–
“demasiado peinado”.
La expresión “demasiado peinado” lo hace sonreír
y levanta la cámara.
Comprende que ahora todo será mucho más corto
–lo único seguro es el próximo instante–,
por eso utiliza una polaroid
y dispara
a las magnolias caídas junto al tronco
arrugadas y húmedas como pañuelos de despedida.
(de Exposición)
Mary Jo Bang
Retrato como autorretrato
Evitar el aburrimiento impulsa el cuerpo hacia delante. Duermo. Como. Entro en una
habitación sin luz. La existencia se limita al yo y cualquier imagen con la que el ojo se
alimenta. La lata de película funciona como banco. La emulsión funciona como una
capa entre lo que una vez vi y lo que ahora pienso. Por el momento, el ojo alimenta
mi mente con este hombre. Su cara flota en un marco. Su mano rechaza la cámara.
Los cables que lo hacen actuar son invisibles. Lo ilumino así. Él no está conectado a
nada y por lo tanto está fuera de contexto: no hay anillo sobre la cómoda, no hay
zapatos en el estante, no hay abrigo en el perchero. Lo mantengo vivo. Lo guardo en
una jaula.
(traducción Patricio Grinberg y Aníbal Cristobo)
Ted Hughes
Luz perfecta
Ahí estás, en toda tu inocencia,
sentada entre los asfódelos, como en una foto
que posara para un título: “Inocencia”.
Una perfecta luz ilumina tu cara
como un asfódelo. Igual que el de aquellos asfódelos
sería tu único abril sobre la tierra
entre los asfódelos. En tus brazos,
como un osito de peluche, tu nuevo hijo,
de sólo un par de semanas de inocencia.
Madre e infante, como en la pintura sacra.
Y a tu lado, elevando hacia ti su risa,
tu hija, apenas dos años. Como un asfódelo
inclinas el rostro hacia ella, diciendo algo,
pero tus palabras las perdió la cámara.
Y el conocimiento
dentro del montículo en que estabas sentada,
una colina fortaleza con su foso, más grande que la casa,
tampoco alcanzó la foto. Mientras tu instante siguiente,
acercándose a ti como un soldado de infantería
que lentamente volviese de tierra de nadie,
inclinado bajo el peso de algo, tampoco te alcanzó nunca.
Se derritió, sin más, en esa luz perfecta.
(traducción de Luis Antonio de Villena)
Andi Nachon
Destello
Qué hay de esos negativos
sus fotos
revolcadas sobre una vereda. Sustento
gira el mismo aire del árbol
ya sin hojas esta noche de julio. Dirías vos
“pelado”
hablando del fresno, de cómo
lloramos retornos en medios
públicos de transporte. Retomemos la renuncia
su revoleo
ciertamente patético de eso
que fue nuestro. Hermanito
tanta presencia esta noche
y esa manera
en que sonrieron para vos
para alguien
capaz de tirar sus fotos, entregarlas
a este clima
cruento de julio, su mini torbellino y la entereza
digo el “más,
más que a mi vida”.
Carlito Azevedo
De una foto
Y es apenas foto, pero permite
mirar el jarrón, y contemplar en el jarrón
la mano que en cierto instante se dispuso
al movimiento-jarrón, y ver en la mano
la idea-jarrón accionando un haz
de músculos, mientras existe un dios
que toda cosa unida triza,
separada en mil.
(Apague la luz ahora
pues el sol vendrá a revelarnos
y al jarrón allí, suspendido en la pared
como si presidiera alguna orden
inquebrantable, y es apenas foto
del jarrón bajo el vidrio y la moldura,
y esta metáfora, esta metafísica,
apenas sueño, el cuerpo quiere dormir.)
(traducción de Aníbal Cristobo y Reynaldo Jiménez)
Wislawa Szymborska
Fotografía de la muchedumbre
En la fotografía de la muchedumbre
mi cabeza es la séptima de la orilla,
o tal vez la cuarta a la izquierda,
o la veinte desde abajo;
mi cabeza no sé cuál,
ya no una, no única,
ya parecida a las parecidas
ni femenina, ni masculina,
las señales que me hacen
son ningunos rasgos personales;
quizás la ve el Espíritu del Tiempo,
pero no la mira;
mi cabeza estadística
que consume acero y cables
tranquilísima, globalísimamente;
sin la vergüenza de ser una cualquiera,
sin la desesperación de ser cambiable;
como si no la tuviera en absoluto
a mi manera y por separado;
como si se hubiera desenterrado un cementerio
lleno de anónimos cráneos
en un aceptable estado de conservación
a pesar de su mortalidad;
como si ya hubiera estado allá
-mi cabeza, una cualquiera, ajena-
donde, si recuerda algo,
sea tal vez el profundo futuro.
(traducción de Abel Murcia)
Patricio Foglia
no quedaron fotos
de nosotros dos juntos
pero todavía estamos en la fuente inmensa
de la plaza del Congreso
la tarde de las palomas
como si el tiempo se hubiese detenido
y fuera posible conservar
un poco de esa luz todavía