Escolios. El camino imperial
Cuatro poemas del libro inédito Escolios. El camino imperial (de próxima aparición), que el poeta y traductor Jorge Aulicino ha seleccionado para Espacio Murena.
Ictus sustinere
after Ezra Pound
No ‘como quién’ sino qué.
Los restos de carne en la plancha de los bifes
resisten bajo la canilla,
aferrados al fierro que los ha quemado.
Algunos son altas estalagmitas de carbón,
otras achaparradas pampas. No de ahí quieren
que los saquen. A su dulce lamentar cual dos pastores,
mirás la ventana, oscura por completo,
presentís el vacío de la tormenta -no de agua sino de relámpagos y tierra-,
y pensás en la mujer a la que gustaba el epigrama
y se fue mientras dormías.
A su modo, seco, inconfesable,
no quería que la arrancaran de su lugar de mierda
al que llamaba patria.
El fracaso de Holmes en el natatorio
(Sherlock, primera temporada, capítulo 3, BBC)
Un tipo abandona el paraninfo del natatorio hablando por su celular,
con el traje gris correctamente abotonado.
Y como por acto de magia las acciones se suspenden.
La mira laser que buscaba tu garganta se apaga.
Bajás una pistola -una Glock de nueve milímetros quizá,
extrañamente precisa, moderna y austera para tu exquisita mente
barroca, talmúdica, contrarreformista-.
Tus ojos corren por los balcones de la piscina nocturna e incluyen
las estrellas. Estás auténticamente desconcertado.
En tus ojos late la idea, late y late la idea.
Ah este momento en el que nacen los teoremas, las caricias.
Comprendés al bajar tu arma matemática -la que siempre
fue más argumento que arma para vos-
que el misterio de cada época hace mutis de modo diferente.
Ahora debés encontrar resuello, una lógica fortuita
que se prende y se apaga. Ningún crimen está resuelto.
Qué novedad. Pero, en estos tiempos, se incrementa
la multiplicación especular. Las probabilidades se reparten
con la obsesión del sofisma de la liebre que no adelanta nunca a la tortuga.
Y es esto Dios: una cuestión de dimensión, de multiplicaciones,
de velocidad.
Dinastía Han, 194 d.C.
Bien lo dices: “Qué clase de emperador
soy que no tiene morada y habita un país en ruinas”;
el entendimiento en ruinas, asimismo.
Hice dádivas,
mientras tallaba mi palacio en oro.
¿Los que invaden mi reino son pueblos justos?
¿Todos beben según su necesidad en los ásperos campamentos?
¿El líder es probo?
De nada te sirven estas preguntas.
Planta tú mismo el arroz devastado.
Únete a tu pueblo.
Naufragará en el Yang Tzé el pensamiento único.
En cada uno de los Tres Reinos
habrá una semilla de verdad.
La espada tiene término.
Donde quiera, el Espíritu soplará.
Y dirá incluso Cao Cao el poderoso:
“Aun las serpientes aladas
se convierten en polvo”.
Da Messina: San Jerónimo
Que la arquitectura lleve a uvas.
Que los pasillos abovedados sugieran parras
y, las cúpulas, celestes siestas.
Que el pájaro vuele a través de estancias
rematadas por altas ventanas y vislumbres
de piedras esmaltadas que evocan las orillas
del mar. Que haya en el pavimento sutiles pisadas.
Que el hombre escriba en medio de una habitación
sin fronteras, que la cueva sea mundo abierto
capturado en su estar y su fluir, su imantar y su quedar.
Que Dios sea el eco, y que la línea lejana del horizonte
súbitamente sea atravesada por la lanza del abismo.
Que en la campiña se detenga el herrero y vea que el acero
está en el golfo de la mirada, tenue, como la nube,
duro, como la maza.
Y que en la alta construcción que cobija y da entrada,
se oiga que unos a otros los versículos se llaman.
* Poemas del libro inédito de Jorge Aulicino Escolios. El camino imperial.