Ven a sentarte conmigo, Lidia
Rescatamos un notable poema de Fernando Pessoa, el poeta y escritor portugués, publicado bajo el nombre de su heterónimo Ricardo Reis (Odas).
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Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río.
Sosegadamente miremos su curso y aprendamos
que la vida pasa, y no tenemos las manos enlazadas.
(Enlacemos las manos).
Después pensemos, niños adultos, que la vida
pasa y no se queda, nada deja y nunca regresa.
Va hacia un mar muy lejano, hacia el pie del Hado,
más lejos que los dioses.
Desenlacemos las manos, porque no vale la pena cansarnos.
Ya gocemos, ya no gocemos, pasamos como el río.
Más vale saber pasar silenciosamente
y sin grandes desasosiegos.
Sin amores ni odios, ni pasiones que levanten la voz,
ni envidias que den demasiado movimiento a los ojos,
ni cuidados, porque si los tuviera el río siempre correría,
y siempre se dirigiría al mar.
Amémonos tranquilamente, pensando que podríamos,
si quisiéramos, intercambiar besos, abrazos y caricias,
pero que más nos vale estar sentados uno junto al otro,
escuchando correr el río y viéndolo.
Recojamos flores, cógelas tú y déjalas
en el regazo, y que su perfume suavice el momento.
Este momento en que sosegadamente no creemos en nada,
paganos inocentes de la decadencia.
Al menos, si yo fuera sombra antes, te acordarás de mí después,
sin que mi recuerdo te duela o te hiera o te mueva,
porque nunca enlazamos nuestras manos, ni nos besamos
ni fuimos más que niños.
Y si antes que yo llevaras el óbolo al barquero sombrío,
nada tendré que sufrir al acordarme de ti.
Me serás suave a la memoria recordándote así, a la orilla del río,
pagana triste y con flores en el regazo.
Traducción de Enrique Gutiérrez Miranda